Wednesday, December 14, 2005

Pensando en el descanso para vuestros oídos, esta vez mi post no será de música, sino del premio Nobel y algunos ejemplos de los chismorreos y ridiculeces que le han acompañado a lo largo de su historia. Este texto apareció en El Ángelo, y sí, era mío, por si buscaron infructuosamente la firma.

El Nobel, factor de extravagancias
Cuando llegan las fechas de nominación y entrega de los premios Nobel, la polémica no se hace esperar. Rechazos del galardón, lluvia de críticas a los premiados, intrigas de lavadero y hasta intentos desesperados de parientes de los premiados por obtener la jugosa gratificación son sólo algunos de los momentos que se han visto pasar por las páginas de los diarios.

La fecha de entrega del correspondiente a este año será el próximo sábado. El premio instituido por el inventor de la dinamita está de plácemes.
Unámonos al festejo con una evocación de algunos de los momentos controvertidos que ha acumulado en su existencia (cumpliría este diciembre 104 años de entregarse, de no ser por la interrupción que tuvo lugar del 39 al 43 por la Segunda Guerra Mundial).

En 1901, cuando los premios fueron instituidos, los matemáticos protestaron cuando vieron que en la lista de disciplinas premiadas no se encontraba la suya. Un rumor corrió como pólvora: se dijo que la esposa de Alfred Nobel tenía sus queveres con Gosta Mittag-Leffler, un famoso matemático sueco, y a manera de venganza, Nobel se había negado a incluir las matemáticas entre sus categorías. Los encargados de difundir el rumor habían pasado por alto un pequeño detalle: Nobel era soltero.

Dos años después, cuando se anuncia entre los ganadores a Marie y Pierre Curie por sus contribuciones a la física, varios científicos franceses ven despertar al macho que llevan dentro e intentan persuadir al jurado de no incluir a Marie. Los jueces simularon no saber francés y la convirtieron en la primera mujer en recibir el premio, pero no sólo eso: le otorgaron otro premio ocho años más tarde, esta vez en química, tras lo que se desataron de nueva cuenta los chismes. Por un lado, se dijo que le habían dado la distinción por lástima tras la muerte de su esposo y, por otro, se murmuró que era moralmente indigna, porque tenía una aventurilla con un hombre casado.

En 1919 ocurre una gran omisión: excluyen a Gandhi del honor no obstante haber iniciado una exitosa campaña pacífica para terminar con el colonialismo británico en la India, que inspiró la creación de movimientos de resistencia pacífica, como los de Martin Luther King Jr. y el Arzobispo Desmond Tutu, quienes sí obtuvieron el premio.

Uno de los capítulos más divertidos tuvo como protagonista a Hitler. En 1935, el periodista antinazi Carl von Ossietzky gana el Nobel de la Paz mientras las huestes de Hitler lo mantienen como prisionero político en Alemania. El dictador del bigotito se enfurece tanto, que prohíbe a los alemanes aceptar futuros premios Nobel. Cuatro años después, tiene lugar un suceso que podría interpretarse como una especie de burla a la decisión del Führer: el mismísimo Hitler es postulado al Premio Nobel de la Paz por E.G.C. Brandt, un parlamentario sueco, cuyos argumentos para semejante propuesta eran la contribución del líder nazi a los acuerdos de Munich de 1938 con Inglaterra, Francia e Italia.

Ha habido ocasiones en que los méritos vistos por los jueces demuestran no serlo tanto, como sucedió con la lobotomía prefrontal, por la que premiaron a Antonio Moniz en 1949. Su contribución fue vista por gran parte de la comunidad médica mundial sólo como la variante a una práctica de por sí polémica. Cuando se supo la decisión del jurado, familiares de víctimas de la lobotomía presionaron a la Fundación del Nobel para revocar el premio, pero los ignoraron. Una década más tarde, el controvertido procedimiento médico fue oficialmente abandonado.

Otro capítulo de intolerancia e intransigencia gubernamental tuvo lugar en 1958, cuando el Gobierno soviético obligó al escritor Boris Pasternak, autor de Doctor Zhivago, a renunciar al Nobel de Literatura. Era evidente que su desfachatada manera de retratar al régimen había incomodado a los grupos comunistas de aquel país, quienes no economizaron palabras para describirlo como traidor. Rechazó el galardón porque no quería vivir en el exilio y quería estar cerca, así fuera en la tumba, cuando tuviera lugar la caída del régimen.

En el 64, el filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre se rehusó a recibir el Nobel de Literatura. Sus motivos fueron de verdad los de un filósofo, uno cabal y consecuente con sus ideas: no quería crear lazos con una institución, pues eso lo volvía parte de esa institución, y un escritor jamás debía convertirse en una institución. Además, aseguró que los premios anteriores no habían tomado en cuenta a escritores de todas las etnias e ideologías, y decía que aceptar el reconocimiento podía ser interpretado como una manera de aprobar ese sistema.

Unas décadas más tarde, después de múltiples chismes y polémicas, son instituidos los premio Ig Nobel (juego de palabras que alude a "ignoble", que en inglés significa "innoble", "vil" o "infame"), una parodia de los Nobel, que premia cada año 10 logros que hagan reír a la gente e inmediatamente después la obliguen a reflexionar. La ceremonia tiene lugar en un auditorio de la Universidad de Harvard.

Desde 1991, los Ig Nobel premian investigaciones como aquella que comprobó que la comida caída al piso no se contamina si es recogida antes de que pasen cinco segundos, o la invención de los "neuticles", prótesis para perros que han perdido los testículos, que estarían disponibles en tres tamaños y tres distintos grados de firmeza.

Después de todo, quién puede tomar en serio un premio cuyo borrador fue escrito por su creador sobre un pedazo de papel en el Club Sueco de París, eso sí, ante cuatro testigos, debido a la desconfianza que le provocaban los abogados.