Thursday, May 08, 2008

Señor Coconut en el Teatro de la Ciudad

Quienes han escuchado a Señor Coconut y su Orquesta conocen ya el sentido del humor y la maestría del músico y productor alemán Uwe Schmidt, la mente detrás de la banda, para deconstruir canciones pop y reconstruirlas en clave de mambo, merengue o chachachá. Quienes todavía no lo han escuchado se han perdido de sus peculiares y latinas versiones a temas de The Doors, Michael Jackson, Deep Purple, Jean Michel Jarre o Sade...
El DF ya ha podido ser testigo en varias ocasiones de cómo suena esa orquesta de nueve músicos encabezada por Schmidt en la laptop y el venezolano y ex Chamo Argenis Brito en el micrófono, tanto interpretando cóvers insólitos de Daft Punk o Kraftwerk como temas de "Yellow fever!", el disco en el que se dieron a la tarea de tropicalizar las creaciones de la banda japonesa de electropop Yellow Magic Orchestra.



Nacido en Francfort a finales de los 60, Uwe Schmidt (o AtomTM, el principal de sus varias decenas de seudónimos) es bien conocido por ser uno de los productores de música electrónica más prolíficos e hiperactivos del orbe, además de un auténtico prófugo de géneros y escenas musicales, y Señor Coconut es el más conocido de sus proyectos, con el que ha dado rienda suelta a su obsesión por la música latina orquestal de los años 50 y 60.
Desde hace poco más de una década, Schmidt abandonó su Alemania natal para mudarse a Chile. Lo hizo con una sola intención: aislarse para trabajar en su música. En ese aislamiento parió al Señor Coconut, cuyo primer disco, "El gran baile", resultó una colección de temas latinos retrofuturistas de géneros musicales inventados y bautizados por Schmidt: "nova raro", "jive ecléctico", "samba virtual" o "cha-cha-delic", al que luego le seguirían varios discos de cóvers, uno de ellos dedicado completamente a temas de Kraftwerk y otro a su contraparte oriental, Yellow Magic Orchestra.
Desde Santiago, Uwe respondió las siguientes preguntillas:


Achis! Con tantos proyectos y tantos alias,
¿todavía puede güevonearle?


¿Por qué decides hacer un álbum de cóvers a Yellow Magic Orchestra?
La cosa curiosa del Señor Coconut es que aparentemente el proyecto inspira a mucha gente. Mucha gente, durante las giras, en entrevistas, me ha traído sus ideas al Señor Coconut. Muy frecuentemente la gente me dice: "mira, tengo una idea para el próximo disco del Señor Coconut". Y parece que el concepto en sí está sonando en las cabezas de la gente. Después del penúltimo disco del Señor Coconut estuve de gira por todo el mundo y coleccioné muchas ideas de la gente; hay muchas ideas muy aburridas y no vale la pena memorizarlas, pero al final terminé con muchas ideas posibles y conceptos para el siguiente disco, y una de esas ideas era Yellow Fever y Yellow Magic Orchestra. Me quedé con este concepto porque era lo que más me gustaba y lo que más fluyó en resonancia con la gente con la que trabajo.

¿Qué te gustaba de Yellow Magic Orchestra?
Era muy diferente emocionalmente a la música europea o la música electrónica de Estados Unidos que yo escuchaba en los 80. Era la época del new wave, del industrial, new romantic, electronic body music. La música electrónica tenía una vibra muy oscura, muy seria. Y Yellow Magic Orchestra tenía otro discurso, otra emoción, era muy positiva. La manera en que usaron la tecnología era mucho más natural, aunque suene raro. Para ellos, el equipo era sólo una herramienta, y la utilizaron en una forma muy juguetona.

¿A quién hará cóvers el Señor Coconut en el siguiente disco?
El siguiente disco está a punto de salir. Se llama "Around the world with Señor Coconut". Es una colección de 10 canciones pop internacionales, cada canción es de un país distinto. Tiene por ejemplo "Da da da", de Trio, que representa a Alemania; "Kiss", de Prince, por Estados Unidos; tiene "Qué rico el mambo", de Pérez Prado, que representa a México y a Cuba al mismo tiempo; "Corcovado", de Brasil...

Han pasado varios años desde tu primera presentación en México. ¿Qué recuerdas de ella?
Que tocamos en el Zócalo. Eso me impresionó mucho. En esa época tocaba con otros músicos, eran todos daneses. Tocamos música de Kraftwerk en una especie de chachachá, había parejas que tenían 60 o 70 años bailando esa música. Obviamente esa gente no conocía una parte de la referencia. No sabían quién era Kraftwerk o quiénes éramos nosotros, pero les gustó la música. Eso me gustó mucho. En todo el mundo siempre nos pasa que en algún momento la música se comunica por sí sola, y no el concepto. Para mí el concepto no es la razón para hacer el disco; para mí es sólo una herramienta. Si a alguien le interesa el concepto, puede analizarlo, pero me gusta que la música funcione independientemente.

Llevas ya poco más de una década radicando en Chile. ¿Qué le ha dado Chile a tu idea de la música?
Aislamiento. Me preguntan muchas veces por qué Chile, qué tiene Chile. Y los chilenos no entienden por qué uno se queda acá tan lejos de todo. Socialmente, Chile es una isla, un país muy marginal dentro del contexto global, y eso me gustó. Cuando vine por primera vez 11 años atrás llegué buscando aislarme, estar lejos de influencias obvias. Acá nunca quise buscar influencias. Lo que me interesa es estar tranquilo y trabajar en mis cosas. No me meto mucho acá en la escena.

Has dicho que cuando llegaste a Chile, estaban pasando musicalmente las mismas cosas que en Alemania, pero con un desfase de seis o siete años. ¿Sigue existiendo ese desfase?
De hecho sí. Yo fui testigo de la muerte de la música electrónica acá recientemente. Cuando yo me fui de Alemania, en el 97, para mí el punto más alto de la música electrónica había pasado unos años antes, en el 94 o 95, ese fue para mí el momento en que se puso muy aburrida en Europa, porque había logrado un cierto éxito mainstream, y para mí ese fue el momento de su muerte allá. Cuando llegué a Chile me tocó estar en fiestas de amigos y me fijé que era la misma situación que había vivido en Alemania en el 90 o 91, el mismo entusiasmo, la misma energía. Hace un año fue el momento acá en Chile en que se dio el pick de la electrónica mainstream, y en ese momento murió. Se puso muy aburrido. Todo era como una pesadilla que duró 10 años para mí. No me causó ningún trauma, fue muy divertido verlo.




Una de tus primeras producciones tras mudarte a Chile fue "Descargas", de Los Samplers. Luego le siguió El Gran Baile, el primer disco del Señor Coconut, que se sentía muy ligado a aquel disco de Los Samplers. Ambos discos se sentían muy experimentales, pero luego darías paso a una etapa que podría catalogarse como más digerible. ¿Por qué lo decidiste así?
Para mí, el proyecto del Señor Coconut tiene un aire más popular; tiene un campo de referencias muy amplio. Territorial y estilísticamente se desenvuelve en un campo muy amplio. Siempre me gustó la onda de la música latina de los 50 o 60 que tenía un aire popular pero al mismo el producto final era un poco raro. Era el intento de hacer algo comercial con una idea muy loca. Sobre todo Pérez Prado, que a mí me gusta mucho, hizo música muy loca con la intención de algo comercial. Le funcionó en algunas cosas y en otra no. El Señor Coconut está jugando con una actitud comercial o popular. A mí me dicen muchas veces por qué Señor Coconut es tan comercial, y no lo es. Dentro del campo de la música mainstream es un concepto bastante complicado. Fue muy muy difícil para mí hacerlo funcionar, sobre todo en vivo, en una época en que los clubes en Europa no entendían por qué uno está viajando con 15 personas. Fue difícil financiarlo y hacerlo volar. Estoy jugando con lo comercial, pero en sí la idea no es muy comercial. Para ser comercial sería más inteligente hacer otra cosa.

En el Mutek estrenaste el acitón, tu experimentación con el reggaetón... ¿Cómo va esa faceta de tu trabajo?
Fue muy curioso cómo pasó. Yo estaba viajando justo antes de llegar al Mutek. Estuve en Japón por una semana. En ese viaje me llegó la idea del acitón: fusionar el reggaetón con la energía y la onda del acid. Le conté a mi amigo Vicente Sanfuentes, de Santiago, de esta idea. Él estaba en Montreal por el Mutek y yo por un workshop. Le conté de esa idea y a él le gustó. Ricardo Villalobos no llegó a Mutek, porque había perdido su vuelo, y había un hueco en el show. Me preguntaron si quería tocar. Yo ni siquiera tenía equipo allá. Vicente me insistió. Yo le decía que no sabía si funcionaría. Pero me convenció. Programamos un set de acitón en 45 minutos, en equipo prestado y lo tocamos. Era como un megaexperimento, y funcionó bastante bien. Nos faltó obviamente tiempo de preparación, entonces fue bastante salvaje la tocada. En una noche de tecno minimal, que yo encuentro bastante aburrido, lineal, de poca energía, demasiado light de alguna manera, el show de nosotros era salvaje, sin estructura de repente, puro ruido comprimido. Entonces ese energía les gustó, ese cambio de energía.

¿Tienes algún nuevo híbrido musical en tu laboratorio?
He estado trabajando en un reggaetón vals. Tuve la idea de fusionar el vals peruano con el reggaetón. Es bastante curioso como ritmo.

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